A primeros de julio de 1943, en pleno acopio del armamento que se estaba depositando en Cádiz, el teniente coronel Manuel Bescós, del Ramo de Armas Navales y con destino en Madrid, es comisionado por el Estado Mayor de la Armada para verificar personalmente el almacenamiento de explosivos en los polvorines del Departamento Marítimo de Cádiz y elaborar un informe al respecto.
Bescós examina el Arsenal de la Carraca, los polvorines de Fadricas, el Laboratorio de Mixtos de San Fernando y la Base de Defensas Submarinas de Cádiz. En esta última visita, su asombro por las condiciones y ubicación en que se encuentran los dos almacenes de minas es tal que no duda en vaticinar la catástrofe que acontecería cuatro años después.
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Nota. Lo que está subrayado en lápiz rojo se encuentra tal cual se observa en el documento original. En esta frase se vaticina la catástrofe. Se desconoce quién subrayó este párrafo, ni si lo hizo antes o después de ocurrir la catástrofe. La frase dice así:
«Estas consideraciones mueven al Jefe que suscribe a aconsejar el urgentísimo traslado del depósito de Defensas Submarinas que en caso de voladura originaría una catástrofe de carácter nacional. Mientras subsista, debe extremarse la vigilancia militar y naturalmente la técnica, dando las órdenes oportunas.»
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