A los 97 años de edad, se quedó esperando hasta el último minuto un reconocimiento que nunca llegó
El jueves 31 de noviembre de 2023, en su tierra natal de Moncófar, falleció el último de aquellos hombres vestidos de blanco que en la noche del 18 de agosto de 1947 se cubrieron de polvo de escombros para extraer a los niños de la Casa Cuna, vivos o muertos. Martí y sus compañeros descansaban ya en el cuartel de instrucción de San Fernando después de tres días de rodaje de la película Alhucemas, cuando un sonido atronador y las voces del cuartel les anunciaron que algo muy grave estaba pasando. Efectivamente, el teniente Manuel Lafuente les confirmó que una catástrofe acababa de ocurrir en Cádiz y que dos camiones de la Marina les esperaban en la puerta para quienes voluntariamente se sintiera capaces de enfrentarse a una muerte en masa.
El primero que subió a los camiones fue el marinero Manuel Martí Gascó. Pararon frente a la Base de Defensas Submarinas y su primer destino fue el tejado de la Casa Cuna, donde los niños, monjas y cuidadoras del hospicio se hallaban sepultados entre las desoladoras ruinas. Aunque no había luz, lloró de pena al distinguir en la penumbra que el primer crío que los compañeros depositaron en sus brazos estaba partido en dos. Y solo fue el principio de una noche amarga e interminable. Al amanecer, sentado sobre los restos de la verja del orfanato, le conmovió el lamento de un hombre que frente a él buscaba el cuerpo de su hijo muerto.
Gente entregada y con el espíritu de Manuel Martí salvaron en aquel lugar a 173 criaturas que luego vivieron y tuvieron descendencia. Quizá por eso Martí debiera haber merecido algo más que el olvido de la ciudad. Pero la realidad es esta: sobre su memoria prevaleció la abulia y se fue sin el merecido reconocimiento que yo le prometí llevar hasta el final. En el Ayuntamiento solo oigo el eco de mis palabras. De nuevo hemos llegado tarde. Que Dios le recompense con lo que aquí no le hemos sabido dar.